Friday, November 12, 2010

Como responder si Santa Claus existe o no

Para todos los padres que han mencionado a sus hijos la existencia de Santa Klaus, Papá Noel, San Nicolás o el nombre que quieran darle, llegará el día tan temido que sus hijos le pregunten si existe o no este personaje. El porqué hacen esta pregunta es lo que menos importa, pero las más de las veces este cuestionamiento aparece porque sus compañeros de la escuela lo mencionan porque ellos ya saben que no existe, o tal vez nunca vivieron esa hermosa ilusión.

Las reacciones del niño pueden ser muy variadas, y van desde la tristeza hasta la decepción total, pasando por el resentimiento, la incredulidad, el coraje, la negación y otras emociones. Esto empeora las más de las veces porque no sabemos cómo responder. Los psicólogos tienen muchos nombres para este tipo de reacciones, pero eso no ayuda mucho.

Debido a que mis hijos ya están en la edad de cuestionar la existencia de santa Klaus me decidí a buscar en internet si había alguna información para saber cómo hablar de esto con los niños, pero solamente encontré consejos de cómo manejar, o tratar de hacerlo, las emociones del niño, pero no explica el porqué del engaño.

Todo esto me llevó a inventar un cuento, para que mis hijos sepan que no han sido engañados, o al menos, solo en parte. La mención o lectura de este cuento les hará ver a los niños que el hecho de haberles mantenido esta ilusión no fué por lastimarlos o burlarse de ellos. Para no seguir hablando mas, lean el cuento y espero que les sea de ayuda a los padres que enfrentan el momento decisivo de hablar sobre este tema.

El cuento lo llamé TODOS SOMOS NICOLAS. Ojalé aporte algo. Espero sus comentarios.



TODOS SOMOS NICOLAS

Hace mucho tiempo, en un pequeño pueblo situado muy cerca del Polo Norte, habitó un Señor llamado Nicolás. Era alto y un poco pasado de peso, pero tenía un corazón muy noble y amaba mucho a sus semejantes, por lo que era muy querido por toda la gente que lo conocía.

Nadie sabe cómo había llegado ahí, ni como habían sido sus padres. Nadie lo conoció de niño tampoco. Parecía que hubiese existido desde la fundación misma del pueblo, pero obviamente no era así. Lo que sucede es que a pesar de su avanzada edad siempre andaba alegre y dispuesto a ayudar a los demás, y el gran amor que sentía en su corazón por los seres humanos lo mantenía joven y siempre con una sonrisa en su rostro.

Vivía en una de las muchas cabañas que formaban la aldea, que parecia estar perpetuamente cubierta de nieve debido a su cercanía con el Polo Norte. Para mantener su cabaña siempre tibia y confortable, salía a menudo al bosque a cortar leña. Tal vez esta fuerte actividad física contribuía mantener su cuerpo fuerte y vigoroso.

Todos lo conocían y aseguran que nunca lo vieron triste. Cuando alguien estaba en algún problema, siempre estaba dispuesto a ayudar, ya sea compañando a los que estaban solos y tristes, o ayudando en labores tales como arreglar los techos de las viviendas, componer las cercas, ayudar a las ancianas con los trabajos pesados de la casa, ayudando a descargar víveres en las tiendas, en fin, siempre estaba cuando se le necesitaba.

Cuentan que una vez al caminar por las heladas calles, halló un pajarillo en el suelo, casi muerto de fatiga, hambre y frío. Nicolás lo levantó cuidadosamente y lo llevó a su casa para darle abrigo, calor y alimento. En poco tiempo el pajarillo se recuperó por completo, y cuando Nicolás lo dejó en libertad, el pajarito no quiso irse, así que Nicolás, con la bondad que lo caracterizaba, le permitió quedarse con él por el tiempo que el ave quisiera. Y así, la figura de Nicolás con su avecilla parada en su hombro se convirtió en una de las imágenes más familiares y características del pueblo.

Si de por sí se trataba de un lugar permenentemente helado, imaginen cuando era el invierno. La nieve caía constantemente y casi nadie salí de su casa. Durante estas largas permanencias sin poder salir debido a las nevadas, los habitantes ideaban formas de pasar el tiempo, ya sea jugando en familia, leyendo, descansando, etc. Nicolás vivía solamente acompañado de su avecilla, pero eso le bastaba. Nicolás pasaba el tiempo tallando madera de la que le sobraba, ya que para los crudos inviernos juuntaba mucha para su chimenea. Ya hacia un muñeco, una muñeca, un carrito, un caballito, en fin, todo tipo de figuras, y las pintaba con mucho cariño y cuidado para que quedaran prácticamente perfectas.

Una vez, el invierno fué inusualmente violento, y el pueblo quedó incomunicado. Afortunadamente las tiendas estaban bien abastecidas de víveres, así que la comida no iba a faltar, pero el hecho de haber quedado sin acceso al resto de las poblaciones hizo que los habitantes pensaran que ese diciembre lo pasarían un poco tristes, debido a que no recibirían las acostumbradas visitas de sus familiares de las poblaciones vecinas para festejar el 24de diciembre.

Normalmente, durante estas reuniones, los familiares y amigos que acudían de distintas ciudades a pasar la Noche Buena y la Navidad en este pueblo, llevaban regalos y juguetes para los niños. Parecía que ese año, nadie iba a recibir sus regalos...

Cuando llegó el ansiado 24 de diciembre, la nieve aún mantenía al pueblo aislado del resto del mundo. Los habitantes estaban tristes, pero aún así estaban dispuestos a pasarla lomejor posible.
Este ensombrecido ambiente no pasó desapercibido para Nicolás, quien tambien estaba triste por no poder hacer nada por mejorar el humor del pueblo en tan importante fecha.

Oh amigo mío -le dijo a su avecilla- Esta Navidad no será igual, pues los niños se quedarán esperando sus regalos...

La avecilla lo miraba sin entender nada, pero de pronto alzó el vuelo y se posó en las figurillas que Nicolás tallaba, que inundaban su casa por todos lados: En la alacena, sobre los muebles, el dormitorio, e incluso por el suelo...La avecilla brincaba de una figura a la otra, y trinaba alegremente.

De repente, Nicolás exclamó:
¡Eso es! ¡Que brillante eres, amigo mío! ¡Repartiremos todos esos juguetes de madera entre los niños!
Y alegremente se puso a recolectar todas las figuras y juguetes que había tallado a lo largo del tiempo. Las metió con cuidado en un enorme saco y se dispuso a salir esa misma noche del 24 de diciembre.
Como había mucho viento y frío, y pensaba recorrer todo el pequeño pueblo, tomó un grueso y enorme abrigo rojo, se puso sus botas y sus guantes, tomó un gorro que hacía juego con el abrigo por ser también rojo y se dispuso a salir con el enorme saco en el hombro. Al abrir la puerta, una ráfaga helada se metió con fuerza, junto con gran cantidad de copos de nieve que caían del cielo. Nicolás pensó:
-¡No puede ser! Con lo tarde que es y con este temporal, no me va dar tiempo de entregarle a cada familia su regalo.

De repente su rostro de iluminó con una sonrisa...Recordó el viejo trineo que guardaba en el granero, y corrió a buscarlo. Lo halló rápidamente, pero ahora venía otro problema: ¿Quién lo jalaría?
Le vino a su mente el recuerdo que en el corral de su vecino Rodolfo estaban unos renos que se utilizaban para tirar carretas, trasportar cargas, etc. Así que el problema estaba resuelto. Acudió a casa de su vecino para pedírselos prestados solo por esa noche. Rodolfo lo miró extrañado, pero accedió con mucho gusto. Nicolás prometió devolverlos al día siguiente.

Una vez enganchados los renos a su trineo y con su costal de regalos en la parte trasera, Nicolás visitó cada una de las casas de la aldea, para entregar los diversos regalos que llevaba: Que un soldadito por aquí, que una muñeca por allá, un carrito, un caballito, un collar, y en fin, una gran variedad de bellos juguetes y objetos diversos de madera. Los niños recibían sus regalos locos de alegría. En todas las casas era bien recibido y cuando partía con rapidez quedaba en el ambiente su alegría y una sensación de felicidad, acompañada del eco de su risa que compartia cuando veía las felices caritas de los niños al recibir los inesperados regalos.Y asi, no hubo un hogar de la aldea que no recibiera regalos.

Al día siguiente la gente comentaba emocionada lo sucedido, y se dieron cuenta que todos habian recibido regalos.
No me extraña de Nicolás. ¡Tiene un corazón de oro! -Decían unos-
¡Ese hombre es un santo! -Exclamaban otros-.

Por esto, muchos niños empezaron a llamarlo San Nicolás...

Al año siguiente, cuando se acercaba nuevamente el 24 de diciembre, los niños (¡Al fin niños!) se preguntaban si ese año tambien Nicolás pasaría a sus casas.

Un día, Nicolás caminaba por las calles del Pueblo cuando se topó con un grupo de niños. Uno de ellos se atrevió a decirle:

San Nicolás, ¿Puedo pedirte algo?
¡Claro que sí! -Dijo Nicolás-
El año pasado me regalaste unos soldaditos de madera...este año si pudieras, me gustaría un trenecito...
¡Por supuesto! - Exclamó Nicolás, aunque pensaba cómo lo haría...
¡Yo quiero una muñeca! - Dijo una niña de repente-
¡Yo un carrito azul! -Dijo otro niño..

Y en menos de unos momentos estaba la gritería de los niños rodeando a Nicolas y atrayendo las miradas de la gente que pasaba por ahí y que veían con ternura y cariño al viejo Nicolás abrumado por la gritería infantil.

Nicolás les dijo a los niños:
Miren, no creo acordarme de lo que quiere cada uno, así que les voy a pedir un favor. Anoten en un papel lo que desean recibir para esta Navidad y háganmelo llegar, ya sea que lo lleven a mi cabaña o me lo manden con sus padres. Recuerden anotar su nombre para que yo sepa para quién es cada juguete. La dirección no es necesaria porque el pueblo es pequeño y los conozco bien a todos. Incluso sé como se han portado durante el año porque conozco a su padres, así que mucho cuidado con lo que hacen ¿eh?

Y asi se fueron los niños contentos corriendo a hacer sus cartas. Nicolás estaba preocupado porque la Navidad estaba cerca y no sabía si le daría tiempo de hacer los juguetes para todos los niños. Pensando en esto, se fué a su casa a empezar a trabajar en ello. No podía fallarles.

Un día estaba absorto en su trabajo en una taller que ya había improvisado en su granero, tallando madera y construyendo los juguetes, cuando llegó a visitarlo su vecino Rodolfo (el mismo que la había prestado los renos la Navidad anterior).

¿Que tal? ¿Qué haces que te veo tan ocupado desde hace unos días?
¡Hola! -le contestó Nicolás- Estoy haciendo los juguetes que me pidieron los niños para esta Navidad, pero me temo que no me dé tiempo de hacerlos todos...
¡Vaya! Sí que tienes trabajo...Aunque no creo ser tan bueno como tú en esto me gustaría ayudarte...Tal vez si me diriges o encuentas algo que yo pueda hacer podríamos contruir los más posibles...
¡Por supuestoque puedes ayudarme! -Exclamó Nicolás lleno de alegría- Puedes ensamblar las piezas de algunos y pintarlos...
¡Pues manos a la obra! - Dijo Rodolfo- Dime por dónde empiezo.

Y así, todos los días dedicaban largas horas a la confección de los juguetes, pero eran tantos que tal vez ni así daría tiempo de hacer tantos.

En un pueblo tan pequeño, no tardó mucho en correrse la voz de lo que estaban haciendo, y entre los lugareños platicaban que sería una lástima que alguien no recibiera regalos, si acaso no daba tiempo de hacer tantos. Todo esto se comentaba en las pláticas en la tienda, en el restaurate, en el parque, en fin, por toda la aldea.

En la tienda del pueblo, la esposa del tendero le dijo a su esposo:
Oye, yo sé coser...tal vez pueda ayudar un poco a Nicolás haciendo vestiditos para las muñecas, tejiendo bufandas, bordando faldas, o algo así.
¡Estupenda idea! -Dijo el tendero- Yo sé pintar y también puedo ayudar en mis ratos libres. Habla con Nicolás y ofrécele nuestra ayuda.

Y así, también se corrió la voz por el pueblo, y poco a poco se fueron sumando cada vez más personas a ayudar a Nicolás. Unos iban por la mañana, otros por la tarde, otros incluso por las noches después de terminar sus labores.

Poco a poco, el granero de Nicolás estaba convertido en todo un taller de fabricación, dirigido por el propio Nicolás, quien supervisaba las labores y apoyaba a todos en lo que podía. Gracias a todo esto, los juguetes y demás regalos estuvieron listos antes del 24 de diciembre.

Cuando llegó la fecha, Nicolás sacó nuevamente su trineo del granero, enganchó los renos que otra vez le prestara Rodolfo, y salió a repartir todos los regalos que habían hecho entre todos. La Alegría de todo el pueblo fué indescriptible ese 24 de diciembre y se volvió una costumbre hacerlo cada año a partir de ese entonces. Durante el año todos cooperaban para la fabricación de los juguetes y en Noche Buena Nicolás salía a repartirlos, con su caracteristico abrigo rojo y siempre sonriendo feliz de poder brindar alegría a los habitantes, sobre todo a los niños. Asi pasaron varios años.

Pero el tiempo no perdona a nadie. Con el paso del tiempo el avecilla de Nicolás murió, dejándolo solo, triste y más viejo. Ese año Nicolás presentía que tal vez no podría entregar sus regalos para la Navidad.

Un dia, a su vecino le extrañó que ya era media mañana y Nicolás no se habia levantado. Intrigado tocó a la puerta y escuchó la debil voz de su amigo, que le decía que entrara. Tremenda sorpresa se llevó cuando vio a Nicolás acostado y respirando levemente y con dificultad. Se acercó rápidamente a su lecho y le dijo con voz preocupada:
¿Que te pasa Nicolás?¿Te sientes enfermo?
Nicolás contestó con débil voz:
No me pasa nada amigo...son solamente los años y creo que este es el fin...
¡No digas eso! ¡Traeré al médico enseguida!
No tiene caso -Dijo Nicolás- No hay médico que cure la vejez y los estragos del paso del tiempo...
Pero no puedo dejarte así...¡Iré por el Médico!
Nicolás nuevamente dijo con voz apagada y entrecortada:
No te vayas Rodolfo...Quiero decirte algo y me queda...poco tiempo...
Dime...
Mira...sé que esta Navidad no podré salir ya a dar los regalos...Aunque ya están listos en el taller...no habrá quien los reparta...Avisa a todos los padres de familia del pueblo...que cada quien venga por los regalos de sus hijos... y los de ellos...para que sean ellos quienes entreguen los regalos esta Navidad...Yo no podre...
Asi lo haré....-Dijo Rodolfo con lágrimas en los ojos-
Además...prométeme que cada Navidad...cada padre y madre de familia de esta aldea...harán llegar a los niños sus regalos...para que no pierdan la ilusión de esta fecha...
Asi será, Nicolás...
Gracias Rodolfo...ése es mi último deseo...puedo irme en paz....-Dijo Nicolás en una voz apenas audible, y cerró los ojos suavemente a la vez que una imperceptible sonrisa se dibujaba en sus labios...-
¡Nicolás! ¡Nicolas! ¡Noooooooo! - Exclamó Rodolfo soltando el llanto y abrazando el cuerpo inerte de Nicolás...-

Ese día, el pueblo entero estaba de luto. El buen Nicolás se había ido para siempre...La tristeza reinaba en todos los hogares y parecía que el tiempo se hubiera detenido...
También ese día, se dieron cita todos los pobladores en el cemeterio del pueblo para darle el ultimo adiós a Nicolás.
¿Que será de la Navidad sin el buen Nicolás? -Decian unos-
La Navidad nuca será igual sin Nicolás -Decían otros-
¿Quien dará los juguetes a los niños?- Se preguntaba alguien más-

¡Un momento! -Exclamó de repente Rodolfo- Le prometí a Nicolás que al menos este año los regalos serían entregados por los padres de cada quien, y lo cumpliremos...pero ¿Por qué no hacerlo cada año, como siempre? Estoy seguro que nada le hubiera dado más gusto a Nicolás.

Los aldeanos se miraron, cruzando miradas de entendimiento y asintiendo con la cabeza entre unos y otros.

Rodolfo exclamó nuevamente:
Nicolás, aquí reunidos en tu despedida, te prometemos que para mantener vivo tu recuerdo y honrar tu memoria, vamos a continuar la tradición año con año. Y esta costumbre la inculcaremos a nuestros hijos para que pase a los hijos de nuestros hijos, y a todas las generaciones venideras. ¡En tu nombre serán entregados los regalos y así será por todos los tiempos! ¡Cada padre será responsable de mantener vivo tu legado en su familia!

Todos los habitantes rompieron en gritos de júbilo y alegría, y a pesar de lo solemne del momento,no pudieron evitar el brincar, gritar hurras, abrazarse y llorar al mismo tiempo...

Y desde entonces, es obligación de los padres mantener vivo el recuerdo de Nicolás en sus hijos, y darles sus regalos de Navidad el 24 de diciembre de cada año en su nombre, ya que Nicolás ya no puede hacerlo. Todos los padres debemos cumplir la promesa hecha y así honrar su memoria.

La navidad somos nosotros los que la hacemos, los que decidimos cómo vivirla. Mis padres fueron mi Nicolás durante años. Hoy soy yo el Nicolás de mis hijos. Mañana ellos serán el Nicolás de sus propios hijos, y así seguirá por siempre. Todos somos Nicolás. Todos llevamos a Nicolás en el corazón. Todos somos el espíritu de la Navidad.

Fernando Escamilla Portilla

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